La ansiedad se define como la manifestación de un estado emocional en el que el sujeto se siente y se describe como nervioso, inquieto, tenso, atemorizado o excesivamente preocupado por temas concretos o bien indefinidos. Quien la padece puede experimentarla de forma física y psíquica, y asociada a importantes manifestaciones somáticas.
La ansiedad incontrolable, duradera y con efectos perjudiciales sobre el rendimiento y la adaptación, por el miedo y la aprensión que el cáncer supone para muchos enfermos, es la considerada patológica. Otras manifestaciones clínicas como la irritabilidad, dificultades para tomar el sueño, dificultades para concentrarse, la evocación recurrente del peligro o incluso de la muerte ante situaciones cotidianas y en principio neutrales, la aprensión duradera, la afectación del rendimiento intelectual, perceptivo, motor, etc., la inquietud, el estado incontrolado de preocupación y alerta, constituyen todas las experiencias psicológicas de la ansiedad patológica.
Diversos estudios indican que la ansiedad aumenta conforme empeora la gravedad y el pronóstico del cáncer; en la clínica podemos observar que un estadio precoz de la enfermedad o incluido un pronóstico favorable pueden desencadenar una intensa reacción de ansiedad y desadaptación en pacientes vulnerables, ya sea por personalidad o por circunstancias de orden vital, con independencia del cáncer.
Es conveniente que el especialista médico explique a sus pacientes las etiologías de los síntomas que les atraviesan, estando atentos a las necesidades de información de los enfermos. La percepción de control del enfermo contribuye a disminuir la angustia o al menos a que no se dispare o desborde. Para que pueda reportar un bienestar subjetivo al sujeto, el oncólogo informará un poco por delante del síntoma; esto es, preguntará al enfermo, antes de la administración de la técnica o del fármaco, si quiere reconocer los efectos con que previsiblemente se va a encontrar, y puede ofrecer su apoyo dándole atención al enfermo y cuidado.
Durante la recepción de malas noticias, la reacción emocional de alarma y ansiedad interviene disminuyendo la eficacia del procesamiento de la información dada por el médico. La escucha, la acogida de esta reacción emocional y la contención que hace el oncólogo en esos momentos va a proporcionar al tratamiento y a la relación entre médico y paciente un valor añadido y muy apreciado por todas las partes implicadas.
La evaluación de un trastorno depresivo debe incluir, aparte de los síntomas clínicos, la historia personal de trastornos afectivos, la respuesta previa a los tratamientos antidepresivos recibidos –psicológicos y/o farmacológicos- , la historia familiar de depresión –vulnerabilidad psicológica-, y si fuera preciso, marcadores biológicos –test de supresión de la dexametasona, test de estimulación de la hormona secretora de tirotropina, etc.-. Es igualmente importante para diagnosticar un síntoma depresivo el tipo de cáncer que padecen, su curso, los tratamientos médicos administrados, su pronóstico y la presencia de dolor, alteraciones en la calidad de vida, y otros efectos secundarios de la enfermedad o de los tratamientos.
El objetivo de la terapia es curar el trastorno afectivo en el enfermo con cáncer. En cambio, una reducción de los síntomas depresivos es un objetivo igualmente deseable y quizá más realista en algunas circunstancias. Tal es el caso de enfermos terminales, cuya limitación de vida constituye un obstáculo para alcanzar objetivos terapéuticos.
Rando, sugiere los siguientes objetivos en el tratamiento psicológico de la depresión en enfermos terminales:
- Proporcionar un entorno de seguridad: el alivio del sufrimiento emocional debido a la crisis personal de la enfermedad y de la muerte es un objetivo principal del tratamiento
- Una supervivencia significativa y una muerte digna: reconocer el valor de quienes somos y de lo que hacemos, consiste en facilitar al enfermo el proceso de atribuir un significado a cada una de las fases de su vida
- Una muerte apropiada: no se trata de una muerte ideal, sino una que se vive, en la que se mantiene o restaura la continuidad en las relaciones significativas, se resuelve el duelo anticipatorio o reactivo, se reducen los conflictos personales del moribundo
La psicoterapia de orientación dinámica, la experiencia clínica demuestra que son válidas en mejorar el estado de anímico del enfermo con cáncer y su adaptación psicosocial global, especialmente cuando el sujeto se encuentra en una fase de remisión o supervivencia del cáncer, esto es, cuando el enfermo no se encuentra tan centrado en los aspectos médicos de su cuidado, y posee mayor capacidad de explorar cómo su vida y sus conflictos personales pasados han influido en su enfrentamiento a la enfermedad y en su momento vital actual.
Las terapias cognitivas están fundamentadas en los procesos de pensamiento y en cómo estos afectan el estado de ánimo. Su objetivo es modificar o retar los pensamientos irracionales o negativos que generan o acentúan la tristeza del sujeto. El terapeuta intenta elevar el estado de ánimo modificando los comportamientos identificados que covarían con la depresión.
La psicoterapia interpersonal hace énfasis en el papel que juegan factores familiares y ambientales en el desarrollo de la psicopatología.
Aunque existen diversos enfoques o abordajes psicoterapéuticos, lo esencial de todos es que favorecen la calidad de vida del sujeto y su familia, independientemente de la fase de enfermedad que estén atravesando.
Referencias
De la Torre E. (2015). Alteraciones psicológicas en el proceso de adaptación. Curso de psico-oncología.